Las mariposas del estómago a debate
La semana pasada me di el gran gusto de asistir a una conferencia sobre las relaciones de pareja impartida por dos reconocidos psicólogos: Rafael Santandreu y Xavier Guix. Contaron anécdotas e interpretaciones del amor y del desamor en la pareja, desvelaron falsas creencias, pusieron las mariposas del estómago a debate y con todo ello lograron no dejar indiferente ni al tato.

Rafael Santandreu empezó la conferencia desmontando el mito de la media naranja, su propuesta podría resumirse así: “Nos podemos enamorar de cualquiera que pase por la calle al azar. Sólo hay que elegirlo y decidir amarlo. Ahora bien, para ello hay que estar abierto y predispuesto al deseo de querer construir una relación de pareja extraordinaria”.

Por su parte Xavier Guix, desmenuzó la concepción occidental del amor en pareja y explicó cómo los factores externos y culturales condicionan la forma de querernos. Nuestra cultura occidental nos exige que para empezar una relación es una condición indispensable que surja el enamoramiento idílico, es decir, experimentar las mariposas en el estómago, el subidón hormonal y la obsesión compulsiva por la otra persona. Pasada esta etapa emocionante a la par que enfermiza, es cuando realmente conocemos a la persona y cuando acostumbran a surgir conflictos en la relación amorosa. Y esto sucede, muchas veces, porque resulta que nos hemos enamorado de una proyección idealizada de la persona que no se corresponde con la realidad. En este sentido Guix apunta que las relaciones amorosas no pueden sustentarse en las condiciones idílicas iniciales dado que son engañosas y temporales.

 En resumidas cuentas, en nuestra cultura occidental primero nos enamoramos y luego nos conocemos de verdad y cuando esto no sucede siguiendo este modelo y en esta misma secuencia nos genera malestar o frustración.

Nacido para ser complaciente
Si eres de los que cuando alguien te pide un favor o te propone algo dices sí a la primera de cambio, te aconsejo que te pares a pensar qué es lo quieres antes de responder impulsivamente porque decir siempre que sí cuando quieres decir no pasa factura.

Cuando te pares a pensar tienes que enfocarte en tener claras tus prioridades. Esto es básico para no sentirte perdido y terminar comportándote siempre como esperan o exigen los demás. Es muy fácil perder el norte en este sentido, es decir, darte cuenta de que otras personas están monopolizando tu vida porque parece que muchos llevamos tatuada la frase: “Nacido para ser complaciente”.

Si dices sí cuando en realidad quieres decir no te estás diciendo no a ti mismo, es decir, no estás siendo honesto contigo mismo. Pero claro no es fácil decir que no a determinadas personas y el tema de negarse se complica cuando hay una relación afectiva de por medio. También, cuesta porque puedes pensar que si te niegas estas siendo egoísta y te puedes incluso sentir culpable por no corresponder a ese deseo de agradar que tenemos tan interiorizado.

Si dices sí cuando en realidad quieres decir no te estás diciendo no a ti mismo

Es posible que a veces te asalten un sinfín de exigencias de familiares, amigos o de tu jefa, y es entonces, cuando tienes que plantarte y aprender a decir no sin sentirte culpable, pensando a conciencia que lo haces por tu propio bien, diciendo sí a algo mejor para ti. 


Para elegir prioridades hay que ser coherentes entre lo que eres y lo que haces, seleccionando aquellas ocupaciones que tengan sentido y sean coherentes con tus valores y con la vida que deseas para ti.

Para que decir no sea más fácil es crucial trabajar en técnicas asertivas que te ayuden a reforzar tu personalidad y alejarte del sentimiento de culpabilidad. Adoptar una actitud asertiva supone 3 beneficios muy suculentos: reafirmar tu propia identidad, respetarte a ti mismo y lograr tus ideales de crecimiento personal.

Si estos beneficios no terminan de convencerte, piensa que muchos personajes importantes lograron sus propósitos porque en vez de decir “sí” dijeron “no” a todas aquellas propuestas que se alejaban de sus metas personales.

Es básico analizar las emociones que te impulsan a atender de forma compulsiva a peticiones o favores. Es posible que algunas coincidan con miedo a parecer egoísta o mala persona o bien una preocupación excesiva por crear algún mal rollo en la relación. Si consigues esfumar estos miedos -en este post te doy unos consejos para plantarles cara-  expresar negativas será coser y cantar

Una vez hayas plantado cara a tus miedos, te aliviará saber que es compatible el querer agradar a los demás con defender tus deseos. El truco está en poner límites a las demandas de los demás y a ti mismo. No poner límites es querer complacer a todos cuando uno no debe ni puede y ponerlos es ayudar cuando uno puede teniendo muy claro que nunca jamás podrás agradar o quedar bien con todo el mundo

Cuando te pongas manos a la obra con las negaciones, ten presente que es conveniente no dar excesivas explicaciones para que no las interpreten como excusas, para ello puede funcionarte sin añadir nada más: “No, lo siento, tengo un compromiso”.

Y para ir terminando, te sugiero que te quedes en mente con una buena táctica asertiva que seguro te ayudará mucho. Esta táctica consiste en acompañar la negación con una alternativa que sí encaje con tus prioridades: “No puedo ayudarte hoy pero miro de hacerte un hueco otro día”.

Para decir no sin sentirte culpable ten claras tus prioridades, adopta una actitud asertiva, supera tus miedos, pon límites a las peticiones, expresa negaciones sin dar muchas explicaciones y ofreciendo alguna alternativa. Si te pones a ello verás que a veces decir no puede ser lo más conveniente para uno mismo.

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Cuando las malas noticias no acostumbran a venir solas
Siempre me he preguntado porque las malas noticias no acostumbran a venir solas. Aunque no existe una ley científica que lo explique, se dan muchos casos de personas que viven auténticas calamidades una tras otra. En tales circunstancias, mantener una actitud positiva ante los reveses que te da la vida es toda una proeza.

Si alguna vez has atravesado una mala etapa sabrás de sobras de lo que te estoy hablando. La vida puede ser maravillosa pero también puede ser cruel y despiadada, tal cual te lo digo. Y puedes encontrarte que tras una caída de la que todavía no te has podido levantar con dignidad, la vida te da otro revés que te hace tambalear todo el cuerpo y te deja temblando de vértigo.


Siéntete satisfecho ante cualquier situación vital


La mente del mono loco es una metáfora que hace alusión a un primate que va saltando de rama en rama de forma frenética buscando el tronco perfecto para estar totalmente cómodo pero no lo encuentra y nunca se detiene en su búsqueda. Esta misma situación puede estar pasándote si buscas compulsivamente fuentes de gratificación externas -proyectos, un trabajo mejor, aficiones nuevas o una pareja- para sentirte realizado.

Esta metáfora la utiliza el psicólogo Rafael Santandreu para explicar cómo funciona la mente de una persona que se comporta de forma neurótica. Como verás ahora mismo con un ejemplo es fácil que tu mente caiga en este tipo de trampa

Al empezar un curso nuevo es muy común que te asalten un montón de proyectos, metas o asignaturas pendientes que quieres conseguir en tu vida. Y pensar en ello te puede generar cierta ansiedad o nerviosismo porque te obsesionas en querer abarcarlo todo. Esto sucede porque dejas a tu mente campar a sus anchas concediéndole demasiada importancia a logros que realmente no la tienen y es en ese punto en el que puedes desarrollar la mente del mono loco.

El síntoma principal que experimentas es que nada de lo que haces o tienes en tu vida te satisface plenamente, te sientes desorientado y siempre piensas que estarías mejor si consiguieras otro trabajo, si tuvieras una pareja que te llenará más o si emprendieras tu propia empresa. Y es que tu mente se convierte en experta en la creación de necesidades vitales y te vuelves incapaz de ver que no precisas ninguna de ellas para sentirte realizado.

La clave de tu bienestar reside en ti mismo y en controlar tus pensamientos para sentirte satisfecho ante cualquier situación de tu vida, teniendo claro que por más cosas que hagas o consigas no vas a ser más feliz. Piensa que tu bienestar mental depende de tu forma de pensar y de interpretar de forma racional lo que te sucede en el día a día.

¿Qué te hace pensar que puedes cambiar a tu pareja?
Cuando te enamoras de alguien eres prácticamente incapaz de ver sus desperfectos y creas una imagen idealizada de esa persona sin quererlo. Al principio de la relación recopilas datos que confirman la imagen de tu pareja ideal y que te reafirman en tu elección. Con el paso del tiempo empiezas a ver los defectos que no encajan con la imagen que tienes en tu cabeza de tu pareja perfecta. Y es en este punto, cuando puedes llegar a pensar que es posible cambiar a tu pareja para que cumpla tus expectativas.

¿Y por qué sucede esto? Porque con el tiempo vas tomando conciencia de que tu pareja no es perfecta y te frustras cuando su forma de actuar o de pensar se aleja de lo que en tu mente consideras como lo correcto o lo que tú harías.  Y es entonces, cuando tu solo construyes un muro que te impide aceptar a la persona que amas tal cual es y decides tomar cartas en el asunto para amoldarla a tu gusto.

Hay una conocida frase que refleja esta creencia irracional: “Cariño, eres perfecto…Ya te cambiaré". Si bien es verdad que las personas pueden cambiar, para dar este paso es indispensable que realmente tu pareja quiera hacerlo, y aun queriendo, se requiere de mucho esfuerzo y fortaleza mental para lograrlo. Por mucho empeño que tú le pongas, aunque sea por una buena causa y con la mejor de tus intenciones es casi imposible que cambie si ese deseo no nace de uno mismo.

Cosa aparte, te voy a dar 4 razones de peso que te van a permitir alejarte de la creencia de querer cambiar a tu pareja y centrarte en tu propio cambio racional para tener una relación más sana:

  1. #La pareja ideal no existe: es una creación de tu mente que no se corresponde con la realidad. Para deshacerte de ella te aconsejo que aprendas a romper moldes.
  2. #Deja de luchar para que otro cambie: es algo que no está en tus manos ni depende de ti. Supone un desgaste de energía en balde y genera conflictos e inseguridad en la relación.
  3. #Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo: es una frase de Ghandi que viene a decir que la clave está en cambiar tu actitud y comportamiento para dar ejemplo e influir en el cambio que deseas ver en los demás.
  4. #¿Estarías dispuesto a ser tú como quiere tu pareja?: al ponerte en su lugar quizás te des cuenta de lo insensato que puede ser intentar amoldar a otro en el esquema mental idealizado que tienes en tu cabeza.

También, te puede ser útil poner en una balanza las virtudes y defectos de tu pareja y ver hacia donde se decanta. Si se descompensa hacia los desperfectos, plantéate si te compensa continuar el camino juntos. En el caso de compensarte con creces, para tener una relación de pareja saludable lo mejor para ambos será asumir la aceptación incondicional  de tu compañero de viaje.

Es crucial aquí tener claro que una cosa es desear que tu pareja diga o haga tal cosa y si es el caso puedes decírselo con asertividad y a modo de sugerencia, y la otra bien distinta, que hay que evitar a todo costa, es que tal preferencia se convierta en una necesidad y que al incumplirse genere en ti frustración y un conflicto con tu pareja. Si es el caso, trabaja a fondo tus pensamientos irracionales para no condicionar tu propio bienestar a lo que haga o deje de hacer tu pareja.

Si todavía estas como yo preparando tu maleta para irte de viaje, no olvides incluir en tu equipaje de mano el neceser con los 4 potingues de fragancia racional, la camiseta de la aceptación incondicional, el vestido asertivo con las sugerencias y deja en tierra el marco con la foto de tu pareja ideal porque seguro que te va a incordiar.

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No dejes que el secuestro emocional te controle a su antojo


Es posible que hayas podido experimentar más de una vez algún secuestro emocional, son momentos en los que pierdes el control de tu mente, sientes un estallido de emociones que te dominan y eres incapaz de pensar con claridad. La verdad que siempre he tenido curiosidad por entender cómo en cuestión de segundos emociones como la ira, el miedo o la tristeza pueden controlar tu mente y cuerpo a su antojo.

Resulta que la principal culpable de este estado es la amígdala, una parte de nuestro cerebro donde se procesan y almacenan las reacciones emocionales y que se dedica con devoción a encontrar posibles amenazas externas. La amígdala examina el entorno y se cuestiona siempre si cualquier estímulo puede ser dañino para ti.

Cuando la amígdala detecta una amenaza activa una señal de alarma que envía al resto del cerebro  y que anula el funcionamiento de la corteza prefrontal, la zona del cerebro que te permite reflexionar y evaluar lo que está sucediendo de forma racional. Al quedar impedida esta parte,  la amígdala consigue tomar el mando de todo poniendo a su disposición todos los recursos  para responder sin filtro a la supuesta amenaza.

Estando en estado de alarma tu cuerpo segrega unas hormonas que consiguen tensar tus músculos, agudizar los sentidos, reducir el campo visual y acelerar el pulso. Todo ello sucede porque tu cuerpo se prepara para luchar o huir ante un supuesto peligro.  Por eso, durante los secuestros sientes unas ganas tremendas de arremeter contra alguien o de salir por patas.

La amígdala siempre hace el primer filtro de las señales externas y tras su evaluación llegan a la corteza prefrontal, por este motivo es habitual que las emociones te abrumen y tomen las riendas de tu cuerpo porque a veces se esquiva el cerebro pensante.

Este sistema de alarma se ha quedado algo obsoleto porque si te paras a pensar veces contadas sufres amenazas que ponen en riesgo tu vida. En la mayoría de situaciones que vives no necesitas que la amígdala secuestre el resto del cerebro y menos todavía tu parte racional. Por este motivo muchas veces te arrepientes de las respuestas toscas e irracionales que acostumbras a tener durante el secuestro.

Si bien es cierto que hay momentos en los que es imposible evitar un secuestro emocional, también lo es el hecho de que no tenemos porque siempre ser víctimas de un desbordamiento emocional, puedes entrenarte para evitarlo o aprender a manejarlo mejor.

A continuación, he recopilado 4 recursos de autoayuda que te pueden ayudar a evitar un secuestro emocional:

  1. Aprender a diferenciar entre situaciones que son un peligro de aquellas que no lo son. En la vida pasamos por muchos momentos estresantes y estremecedores pero la mayoría no suponen un peligro real, por lo que no hay necesidad de perder los nervios, tensarse o enfadarse a la primera de cambio.
  2. Si eres capaz de prever el secuestro, intenta en ese momento concentrar tu atención en la respiración y mientras hacerte las siguientes preguntas: ¿Vale la pena alterarse tanto por esto?  ¿Realmente esto que me sucede tiene tanta importancia? Respondiendo a estas preguntas estarás dando razones para impedir que la amígdala lleve a cabo el secuestro de tu parte racional.
  3. Ser consciente de los síntomas que experimentas cuando te disgustas o las cosas no salen como te esperabas: sudoración, acaloramiento, tensión muscular o dolor de cabeza son algunos de ellos. Es importante identificarlos para buscar mecanismos de escape que te permitan reducirlos.
  4. Sólo cuando haya pasado el secuestro serás capaz de analizar qué te ha conducido al estallido emocional . Ser consciente de los hechos y los síntomas te ayudará a racionalizar el proceso para evitar la respuesta automática en situaciones futuras que puedan desencadenar un nuevo secuestro


En resumidas cuentas, no es plato de buen gusto ni para ti ni para los demás presenciar un secuestro emocional. Así que lo mejor será entrenarte para evitarlo o aprender a manejarlo mejor, y de este modo, no dejar que controle tu mente y cuerpo a su antojo.


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