Existe una convicción muy arraigada que consiste en valorarse a uno mismo y a los demás por lo que haces o consigues en la vida. Te valoras mejor si acumulas ciertos logros externos: ser la mejor madre o padre, tener una carrera profesional exitosa, ser un lumbreras en los estudios o lograr un nivel de ingresos económico alto. Y es que como verás la mente tiene una gran facilidad para perder de vista lo realmente importante cuando la dejas campar a sus anchas.
El psicólogo Rafael Santandreu define esta convicción en sus libros como la “autoaceptación
condicional” y este concepto se traduce así: “Soy una persona válida
únicamente si hago o consigo cosas válidas”. Si piensas así, tienes casi todas las
papeletas para sufrir alguna depresión, ansiedad o frustración a
lo largo de tu vida. Te preguntarás ¿Y por qué? Aunque es muy posible que consigas
acumular varios logros externos, piensa que
nada es para siempre, en el momento en que alguno de ellos empiece a flaquear o lo pierdas lo vas a vivir como un fracaso personal ya que el concepto que tienes de ti
mismo depende de la consecución o mantenimiento de los logros.
Te voy a poner un ejemplo personal de autoaceptación condicional para que lo veas más claro. Desde muy pequeña yo era una estudiante ejemplar, dedicaba muchas horas a estudiar porque tenía la convicción
de que no podía fallar ninguna prueba y es que me valoraba y pensaba que los
demás también lo hacían por ser una excelente estudiante. Por este motivo, cualquier
examen era como una prueba de fuego con su correspondiente calvario previo, sentía
mucha ansiedad y angustia, sobre todo por no defraudar a los demás, empezando por mis padres que eran ambos excelentes maestros. Con el paso de los
años y algunos suspensos que viví como grandes tragedias conseguí bajar el
listón.
Hace poco aprendí gracias al psicólogo Santandreu una lección
magistral: la aceptación incondicional mía y de los demás. Esto quiere decir,
renunciar a calificarnos a nosotros mismos y a los demás por lo que hacemos o
dejamos de hacer. Tú vales por la persona que eres y por tu capacidad de amarte
a ti mismo y a los demás, el resto son creencias que sin darte cuenta socavan
tu fortaleza mental.
En la sociedad en la que vivimos está bastante enraizada la idea de asociar
la felicidad a tener éxito en el trabajo, bienes materiales, tener hijos o un
buen físico, por poner algunos ejemplos de una lista interminable de
necesidades. Para detectar esta convicción prueba a hacerte esta
pregunta: ¿Crees que alguno de estos logros externos te hace mejor persona? Si
la respuesta es afirmativa, revísalo porque está bien tener metas y
aspiraciones en la vida pero no puedes dejar que estas condicionen tu valor como persona para ser querido y respetado.
Si alguna vez sientes malestar porque otra persona te ha ofendido, te ayudará racionalizarlo pensar que no existen personas malas, existen
comportamientos injustos y malas acciones. Piensa que todos somos humanos y como tales cometemos
errores, ni nosotros somos perfectos ni podemos pretender que los demás lo
sean, ni tampoco esperar que los demás se comporten contigo siempre con el respeto que te gustaría que lo hicieran.
Mi consejo en estos casos es no juzgar a la persona que te ha despreciado para evitar sentir un gran resentimiento que solo te creará mucha mala sangre. Para mí, la mejor forma de encarar una ofensa es no mostrarte resentido,
para ello necesitarás controlar las emociones. Piensa que cuando alguien te afrenta
intencionadamente está buscando provocarte, si consigues manejar tus emociones
para mostrar total indiferencia le estarás dando donde más le duele porque no
se habrá salido con la suya.
Es posible que conozcas a alguna persona que piense que en
la vida no es posible cambiar ni superar sus limitaciones, creen
que han nacido así y morirán así. Por mucho que cueste, hay que aceptar y
respetar su convicción por muy irracional que sea. Es fácil reconocer esta
creencia porque justifican siempre sus malos actos con comentarios del estilo: “Que quieres que le haga, si yo soy así y no voy a cambiar”.
Aceptarte a ti mismo y a los demás de una forma
incondicional requiere de mucho entrenamiento para lograr una gran fortaleza
mental que conseguirás huyendo de las creencias irracionales como las que te acabo de contar y potenciando en su lugar pensamientos racionales. No puedes dejar que tu mente campe a sus anchas porque
acostumbra a irse fácilmente por los derroteros como los logros externos y a
perder de vista muchas veces lo esencial: el amor incondicional a uno mismo y a
los demás.
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